sábado, octubre 22, 2011

Relato 4. Perro roñoso



Sin parpadear, me mira mientras hago con precisión el nudo en la cuerda. El cuero viejo se pega  a sus huesos mientras empiezo a acomodarlo en la mesa de la cocina.

“Nunca podrías imaginar cuanto te odio”, empiezo mientras lo sujeto con fuerza en la mesa. “Te odio porque me lo quitaste, y yo lo amaba mucho”; mi voz rebelde se quiebra en un hilo, pero al instante me recupero y sigo con sonido ronco, “tu me lo quitaste, él me supo dar mas amor en esos poquitos minutos que estuvo conmigo… mas amor del que tu me demostraste en toda mi vida.”

“¿Por qué lo hiciste”, ¿Por qué lo arrebataste de mi lado”, ¿sabes?, ahora que lo pienso yo tampoco te quise, nunca. Todos estos años llevo esperando el momento preciso para mi venganza, lo justo es que te destruya  porque tu lo destruiste a él, y a mí, cuando él murió…”

“Recuerdo muy bien el instante en que lo conocí, lo encontré sentadito en la orilla de la banqueta; tenia su piel arrugada, y pegada a los huesos de su columna, me asuste un poco, lo confieso; ¿tú no sentiste piedad?¿él no merecía misericordia? ¡Nada era su culpa! ¡Tú lo mataste! Eras un mastodonte a su lado, y él tan indefenso… ¡mírate ahora! ¡Ya eres viejo! ¡Mira como tienes la misma estampa de ese perrillo moribundo! No mereces misericordia. Quiero que sufras. ¡Quiero que sufras mucho!”

“Yo quería salvarlo, lo metí a la casa, y  cuando tú lo viste te pusiste furioso, me empujaste y te lo llevaste arrastrando hacia el patio trasero; vi como lo golpeabas con un barrote, no sabia que hacer, él chillaba, se retorcía y tú seguías aplastando poco a poco su cabeza… , parado en el marco de la puerta, mire como se botaron sus ojos; hasta ese momento notaste que yo estaba tras de ti, mirándote con mi infantil rostro de horror, tenia solo ocho años... Giraste rápidamente, y mientras me empujabas de nuevo hacia dentro de la casa,  me reprochabas gritando: ¿Por qué saliste? ¡Te dije que te quedaras allá!"

Olvidaste cerrar la puerta, papá  fue lo único que te dije.

Me sigue mirando con los ojos abiertos, recojo del suelo el mismo barrote con que mi padre asesino a mi perrito… golpeo su cabeza una y otra vez, sus chillidos llenan la habitación y su sangre se esparce en el suelo. Es tan irónico pensar ahora que él lo mato solo porque no quería que ensuciara la casa…