lunes, octubre 24, 2011

Relato 5 Inspirado en la película: “Búsqueda implacable (Taken)"


La fuerza de un amor infinito

Su rostro estaba desencajado cuando la vio por primera vez después del secuestro; contuvo un sollozo que no iba acorde a la ocasión. Era solo, que lo sentía tanto, y no había tiempo de pensar, solo de actuar.

Verla viva, cuando pensó  infinidad de veces en que podía estar muerta, más de mil veces en que se preguntó si ya era muy tarde. Con el arma en el cuello del perverso magnate, le ordenó ofrecer la cifra más alta: "¡Comprala! ¡hazlo ya!"  Gritó sin titubear, y al ver la lentitud del hombre, él mismo presionó el botón rojo, "¡Vendida!", se escuchó una voz al centro de la reunión. Brian miro como la sacaban por la puerta trasera,”los ganadores pueden reclamar su orden inmediatamente”.

Sus sentidos estaban fuera de sí, tenia que sacarla pronto, tenia que salvarla.  No importaba nada más. Empujó al hombre fuera del circulo  y al siguiente instante, se encontró con la cara al suelo, medio inconsciente, y al otro instante medio atado, medio atrapado, pero no habían tocado ni un milímetro de su voluntad.

Con todo y traspiés, hizo estallar el fuego, y los mató a todos con llaves certeras y golpes en la yugular en menos de  diez segundos.  Luego fue tras de Patrick Singler, lo encontró  parado junto al elevador,  Singler  le imploró en vano, mientras la puerta se abría y Brian le disparaba obligandolo a caer de espaldas dentro del elevador, le disparó una vez mas, dándole en el brazo, y disparando otra vez para herir la pierna izquierda. Singler se quejaba, le dijo: “ Eran negocios, no es personal” , rogaba, “para mí, fue muy personal”, le respondió Brian, disparando por ultima vez, y arrojando la pistola sobre el cuerpo inerte.

Cuando el elevador abrió la puerta en el piso de abajo; las damas presentes gritaron horrorizadas al ver  el cuerpo ensangrentado del anfitrión; Brian ya estaba saliendo del edificio, y justo vio como aquel magnate, se la llevaba en un auto de lujo. Lo siguió corriendo hasta el muelle, donde lo vio bajar y abordar un yate junto con ella y dos chicas más. Se acercó al muelle para tomar el auto lujoso que habían dejado, y los siguió por la carretera paralela al río, y al parar cerca dio un gran salto, y cayó encima del yate con un sonido ronco, se libró de uno y más guardias. El magnate lo vio, y lo mando atrapar, pero nadie pudo detenerlo. Siguió y siguió deshaciéndose de todos, con una rapidez inigualable; lo movía una fuerza suprema, la fuerza de un amor infinito, que es una fuerza inagotable.

Con sigilo se acercó, empujando puertas, corriendo en instantes descorazonado, en instantes pedante y seguro, la quería a ella, no importaba nada más. Y la encontró al final del pasillo, un hombre gordo la sujetaba del cuello, y amenazaba con quitarle la vida si Brian daba un paso. Por suerte aun tenía un arma en las manos, y el  hombre no tenia reflejos, basto un segundo y un disparo, para que ella quedara libre.

Se miraron un momento;  él llevaba a cuestas la mayor desesperanza, de oírla en el teléfono a miles de kilómetros de distancia, escuchar sus gritos y como la arrastraban bajo la cama, que se la llevaban, que le decían que no iba a volver  a verla, y no poder tener unas manos de hule, que la  alcanzaran, y traerla a su morada segura. Llevaba  a cuestas esas 96 horas, el plazo que le decían que tenía para salvarla, y ese reloj implacable que no paraba mientras se iban las horas y con ellas la esperanza. Llevaba a cuestas el dolor sin nombre, de buscarla, de casi verla entre el grupo de jóvenes drogadas y medio muertas; y no encontrarla, y preguntarse donde estaría, si estaba viva aún. Llevaba  a cuestas una preocupación tan grande como el universo, buscarla en la casa de la puerta roja  y no verla, encontrar a su amiga Amanda sin vida, y buscarla a ella, y que le dijeran que la habían vendido, que la habían llevado lejos; y sacar fuerzas de su ser, qur sin ella ya no es  nada, y no rendirse, y matar, torturar, llorar, gritar, patear, traicionar, masacrar y tener bien firme la disposición de destruir la torre Eiffel si fuera necesario. Nadie puede dudar que lo hubiera hecho.

Y después de ese momento en que se miraron a los ojos, “tú...” dijo ella con miedo, porque aunque él llevaba a cuestas todo eso,  no era nada comparado con  el miedo que ella había sentido, y Brian lo sabia, por eso le dolía tanto. “Tú viniste por mí”, “Dije que vendría”, y luego se abrazaron, padre e hija  ya estaban juntos.