viernes, diciembre 23, 2011

1er. relato para ADICTOS A LA ESCRITURA :)

Coincide, por favor

Los invitados se reúnen alrededor del esplendido piano, en el banquillo se sienta una mujer vestida de gala. Empieza a tocar sin mirar a nadie más que a su compañero de ritmos; piensa en un hombre, uno, sólo uno le derrumbo su mundo perfecto, le desquicio el destino y la enamoro para siempre. La mente dicta notas  definidas pero al final ella acaba improvisando, interpretando melodías que nacen de su alma, porque ahí esta él, porque la escucha ahora y no sabe si la escuchara luego.

Él  la mira, esta muy atento al movimiento de los parpados que ella acaba de cerrar como un impulso sin darse cuenta; sabe en que piensa y espera una lagrima, quiere ver una gotita cristalina cruzar sus mejillas rosadas, quiere  ver que caiga al suelo para tener el valor de soltar la mano fría que le aprisiona el pulgar. Los otros cuatro dedos ansían apretar la mano de la pianista; pero el gordo derecho todavía esta atado a la esposa.

Ella deja de tocar y se pone de pie; hace la reverencia correspondiente  y el público aplaude. Sin lágrimas, ella camina entre ovaciones a través de la multitud; pasa junto a él y en el baúl de los recuerdos guarda una ilusión marchita. Porque ha decidido no llorar.

Los foquillos que adornan el salón de pronto encandilan su mirada, él se escuda de negocios y sale tras ella, intenta atravesar el ardiente barullo, choca con un tipo que lo mira despectivo y le pasa un brazo por el hombro…
-¿Tienes prisa por morirte?
-No, suéltame ya …

Logra zafarse y sigue corriendo, ella no puede ir tan lejos, el salón es grande, pero hay mucha gente; en un descuido tira la charola que una mesera llevaba en los brazos, las galletitas ruedan, un Santa Claus termina decapitado bajo el tacón de una señora, lo miran mal y otros le lanzan insultos, trata de recoger un muñeco de jengibre pero se le vuelve a caer, se rinde y sigue corriendo. “¿Por qué no le basta el amor?”, se pregunta mientras hace un lado los sombreros de copa que no lo dejan verla, en realidad, ya la perdió de vista; “¿Qué más quiere una mujer?”, se pregunta aún más indignado y cansado, “un esposo, la eternidad, toda una vida con él hombre que ama”, le contesta su propia conciencia traidora… Él se da unos cuantos pretextos y cuando esta convencido se da cuenta que llego a la salida del salón; ella ya se fue y él se queda de rodillas en la puerta, porque no sabe si entrar a seguir perteneciendo o salir para poder escapar.

Las luces navideñas de la casa de su padres encandilan su mirada, entra con sus mejillas rosadas, aún más por el frío de la noche; la espera su cálida familia, es curioso que se sienta tan mal precisamente hoy, resignada a no tener nunca una familia propia, al menos no con quién ella quiere. Todos, hermanos, primas, tíos, sobrinitas, le piden a gritos una canción; ella se sienta con mucha alegría detrás del piano viejo de su padre, empieza a tocar con los ojos muy abiertos, todos le sonríen y  brindan en su nombre.
El timbre suena, es uno especial que tararea la canción de Rodolfo, le piden que vaya a abrir; y es él, aún lleva puesto el abrigo azul que tanto le gusta, y  sus rodillas tienen algo de polvo.

Esta noche esta destinado a chocar con todo, la abraza con un movimiento torpe y tira de inmediato toda la decoración que su suegra había puesto en un mini pino de navidad en la entrada; la pianista se aparta y lo recoge todo rápidamente, luego se levanta y abraza también a su hermana mayor; él tiene ahora las mejillas más rojas que su propia cuñada. Llegan a la sala, y siguen más abrazos, ella espera que no le pidan otra canción pues estaría obligada a cerrar los ojos; no quiere ver esa sonrisa que la desarma, que la tienta a escapar…pertenece a una familia, y no es feliz.

Su única hermana mayor la toma del brazo, le pide en un susurro que la acompañe a la cocina, ella la sigue; su madre las ve y les pide que rallen un poco más de queso, asienten y al llegar cada quien toma su puesto en la pequeña cocina, la mayor saca de la alacena los paquetes y la menor utiliza sus finos dedos para bailar con agilidad con los trozos que le pasa su hermana.

La cocina esta decorada con miles de Santa Claus que se asoman de todas partes, detrás de la azucarera, en el frutero, junto al cereal de avena de su padre, en el frigorífico, y en todas las esquinitas posibles. Las luces de un auto que paso por la calle la sacan de su ensueño, se estremece por el viento que entra por la ventana ligeramente abierta, deja el queso y la cierra; solo hasta entonces es consiente de lo que dice su hermana mayor.
-Esta muy raro, jamás lo había visto así; yo creo que extraña su ciudad natal, a veces pienso que fue un grave error pedirle que viviéramos aquí, más cerca de mis padres; ¿tú crees que soy una egoísta, que hay de sus padres?
-Nuestros padres sufrían mucho cuando estabas lejos, quizá podrían llegar a un acuerdo y vivir una temporada aquí  y otra allá – le dice, pero desea suplicarle que se vayan  para siempre, que no vuelvan nunca, que la dejen volver a tocar con los ojos abiertos, porque si algo ama más que  a él, que la música, que el piano viejo de la sala, son las sonrisas que logra arrancarle a su familia cuando toca.
-¡Hey, amor!, ayúdale a Kimi con la otra charola, pero no tires nada esta vez – lo ve entrar y ve a su hermana dándole un pico rápido mientras sale de la cocina con los trocitos de queso desperdigados en un plato que tiene dibujadas esferitas de todos colores, los platos favoritos de su madre; y se le parte el corazón, como cual esfera de vidrio que se cae del árbol, pero esta vez no puede comprar otro de repuesto.

La bandeja que esta sobre la mesa también  tiene esferitas multicolores, una decoración tan alegre, tan entupidamente alegre para el ánimo que su torpe corazón tiene ahora; la mira arrinconada en el otro extremo de la mesa, parece tener miedo y él no sabe que decirle, quiere que llore, pero se le ha secado el cerebro y no sabe que palabras usar para decirle, para rogarle que esta sea la ultima navidad en familia, que la próxima sea solo para dos, que estaría dispuesto a dejarlo todo por ella, si ella…

Desde la sala se escucha: “¡Kimi! ¡Kimi!, ¡vamos, toca una canción querida!”, con resignación se decide y pasa a su lado, no lo ve venir y él la toma del brazo y besa su boca con desesperación, lo aparta bruscamente, siguen gritando por ella, y esta punto de salir y se regresa a besarlo más tiernamente; después de levantar su mirada, que él ya tenia clavada en el suelo adornado con minúsculas calcomanías navideñas, la ve salir una vez más , lo deja solo con la charola, la toma y se acerca a la puerta, se escucha ya “Noche de paz”, se detiene otra vez y piensa en todo por milésima vez porque no sabe si entrar a seguir perteneciendo o salir para poder escapar.

La próxima navidad seguro que será diferente, lo sabe bien, y a veces se siente un miserable, porque solo él sabe lo que dijo el doctor de su esposa, “ solo le quedan dos meses de vida”.