domingo, mayo 27, 2012

Adictos a la escritura en mayo, la doble imagen

¡Hola! Hoy vengo con mi relato para el proyecto de Adictos a la escritura de mayo, se trata de construir una historia a partir de una imagen que también fue otorgada a una compañera del grupo que tendrá que hacer un relato inspirado en la misma imagen. A mi me ha encantado la foto que me toco, simplemente ESPECTACULAR *-* y mi compañera es 
, y el mio lo pueden encontrar aquí mismo, después de la hermosa imagen :)



Morir contigo

“La oferta es así de tentadora”, le había dicho Saúl a Diego mientras con una mano figuraba medir una pizca, “es casi nada”, había continuado serio Saúl. No era algo que Diego hubiera querido oír nuevamente pero esa absurda cantidad de dinero era todo lo que tenía para el viaje y para colmo, no le quedaba más tiempo para ahorrar otros centavos. Tenía que irse antes que Cristóbal, y no iba a permitir que nadie lo retuviera.

También le contó que cuando salió del bar la noche era tan negra que el mar ni se veía. Había suspirado  por enésima vez al recordarla, sintiéndose estúpido pero sin saber que debe hacer un hombre si no puede llorar.

Esa noche Elena había caminado sola en la oscuridad. En la orilla del mar, el llanto del hijo que nunca nació había surgido entre las olas. “El mar negro y  la dama rubia pero pálida de tanto llorar”, dijo Elena; un hombre solitario, conteniendo las lagrimas, robando el velero de Saúl y haciendo que la nave girara justo en donde ella iba a caer después de lanzarse al agua. “Esa es la noche”, concluyó Diego.

El velero robado resultó cómodo y agradable con la compañía de Elena, y un estorbo para ella porque Diego no le permitía terminar su destino. La acompañaba de sol a sombra y le hablaba de la vida y de las tristezas. La esposa de él había muerto muy joven de forma muy trágica, el hijo de ella ni siquiera había nacido pero ninguno se atrevía a pensar quien había sufrido más la perdida.
Elena ya había desistido de preguntarle a Diego a donde se dirigía, pero después de treinta y dos días a toda marcha en altamar, él le confesó que se dirigía a occidente.
— ¿Al final?— se asustó ella
—No tengo otra razón para vivir, discúlpame por arrastrarte conmigo— Diego estaba verdaderamente avergonzado y mientras hablaba, acarició los mechones rubios de Elena que ondeaban en el viento.
— ¿Por qué así, Diego?
— Perdóname,  es que aposte con un amigo… su nombre es Cristóbal Colón, él dice que no hay final, que no se cae al vacío si se viaja a occidente, que…
—Es un loco
—Yo aposte igual que tú, a que Cristóbal es un loco. Aunque,  ya no soportaba mi vida sin mi esposa y necesitaba morirme, también tengo la ilusión de ganar esta apuesta.
— ¿Y crees que ya estamos cerca del final?
—Si él no se equivoca…
—Se equivoca, Diego, y tú estas igual de loco.
“Este es el atardecer”, le dijo ella mientras contemplaban la luz anaranjada que coloreaba tanto la bóveda que tenían bajo el velero, como la cúpula de nubes infinitas. “Y todo es tan colorado”, dijo Diego, alegre porque Elena le hablaba otra vez.

Y pasaron la noche recostados lado a lado, mientras la luna volcaba la tinta negra en donde antes todo había sido de color cálido y luminoso. Esperaban ver un precipicio, ver el agua caer como en una cascada a una enorme nada. El fin del mundo.

Sin embargo, al día siguiente lo único que vieron fue un paisaje verde y soleado, las nubes eran azules de nuevo y aunque primitivo aquello parecía más un paraíso que  un mundo.
— ¡Mira eso! —gritó Elena
—He perdido
— ¿y que importa?, esto es… — “la mañana de un nuevo día”, musitaron los dos al unísono.