lunes, marzo 25, 2013

Tres



“Lo importante es que vivieron y murieron juntos”, comenzó Ikus, yo trate de que me soltara la mano pero no tuve éxito. Me apretó con más fuerza y me jaló hasta que tuve su aliento rancio en mi oído, “fueron felices, por mí, eso es lo que importa, eso es lo que hace que mi vida haya tenido un propósito”.

Ikus se había convertido en un saco de papas, arrugado, canoso y apestoso; me miraba desde el catre duro en que estaba agonizando, me había prometido un secreto pero lo único que repetía era que ellos habían sido felices, yo no sabía quién eran “ellos”, y menos me importaba su felicidad.
—Ikus, dime ya, o no podrás irte descansado, Ikus ­—lo moví un poco y lanzó un gemido helado como la muerte.
—Él vivía una cuadra después de la mía, ella vivía atrás de mi casa, ella y yo fuimos los mejores amigos, los mejores solo amigos.
—¿Estabas enamorado de ella? — no pude evitar interrumpirlo. Ikus me miró y suspirando movió la cabeza para confirmar mi pregunta.
—Ella siempre lo amo a él, pero él tenía una novia muy hermosa, los cabellos negros le caían por la espalda como cascada, era la chica de los sueños de cualquier chico, pero esa chica murió muy joven.
—¿Y  así fue que tu amiga pudo conquistarlo? — Me estaba pareciendo una historia terriblemente aburrida.
—Una noche él se quedo esperándola hasta el amanecer, después no la vio nunca más, mi Emma se hizo su amiga, y entre el consuelo fue naciendo el amor, ellos eran tal para cual.  ¿Cómo dicen ahora?
—¿media naranja? ­— atiné a decir.
­—No importa porque yo hice un destino para ellos, para que estuvieran juntos, porque era la única manera de que Emma fuera feliz.
—Lo dices como una sentencia, para que tú sombra estuviera en medio de esa relación… de tres.

Ikus me miró con furia, con su mirada azul atravesando mi cráneo, descubrí que no quería ser el tercero, sino solo un artífice, un pirata del destino, lo había girado a su antojo pero aún me negaba a imaginar de qué manera.

Cuando murió, lo sepulté en el patio de su  propia casa, donde él mismo me había indicado que lo hiciera, había dicho que se quería ir con su secreto, que ya no le interesaba liberarse diciéndomelo a mí, me quede alborotada sin saber que iba a descubrir su secreto en el mismo lugar donde le lanzaba la tierra que cubriría  para siempre su cuerpo de costal de papas.

Ahí  en el fondo, vi un mentón y me detuve a observar bien la osamenta enterrada hacia ya mucho tiempo, descubrí que pertenecía a una chica de hermoso cabello negro que una noche jamás había llegado a su cita.