Antes de salir se detuvo enfrente de la televisión apagada,
recordaba todas esas veces en que había estado tirado en el sofá, con el
control del aparato en la mano.
También recordó que llevaba un paquete de goma de mascar
en el bolsillo de la chaqueta, lo abrió y se metió una pastilla en la boca. La
casa estaba llena de silencio, de un silencio doloroso como la nada, solo
escuchaba el sonido de sus dientes masticando.
Se le humedecieron los ojos y notó cuán cansado estaba,
tenía mucho sueño, pero ya no era como cuando era niño, no podía irse a dormir
para despertar luego y encontrarse con que todo estaba ya solucionado. La vida
no era realmente así, eso había sido un engaño, un cruel y doloroso engaño como
la nada.
Si se pudiera desmayar, pensó, o morir, pero sabía que
las cosas no acababan tan fácilmente, no, nunca lo hacían, no acababan ahí sino
que se complicaban más, las cosas empeoraban y dolían más, era como escarbar
para salir pero en vez de lograrlo, lo único que conseguía era enterrarse más y
más de cabeza, por eso se iba.
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