sábado, abril 26, 2014

Adictos a la escritura: Extraños

Antes de salir, echa un último vistazo a la mujer que yace en la camilla, ella es diferente. A Ramón le cuesta mucho subir las escaleras rumbo a la salida de la funeraria, lleva una chaqueta incómoda  que le impide mover los hombros hacia atrás.

Ya arriba de su auto, advierte que ha olvidado su teléfono en el cajoncillo tras el escritorio, saca otra vez su cuerpo de seis décadas al incesante frío de la noche. O es ahora o nunca, ésta es la última vez que estará en tal recinto luctuoso.

Tarda unos minutos en encontrar las llaves para abrir la puerta principal, ha olvidado las gafas en la guantera y  no quiere volver sobre sus pasos, temiendo contraer una pulmonía. Ya dentro de las instalaciones, se dirige en penumbra hasta el cuarto indicado, antes de empujar la puerta la escucha hablar.  Ella es diferente, ella no es una extraña. 

Conoce esa voz desde hace dieciocho años, le pedía que la dejara usar las brochas, siempre quería ayudarlo y  nunca tenía  miedo. A partir de mañana, serán sus hijos los que seguirán el negocio, él para qué querría hacerlo más, se siente cansado y viejo.

Recargado en la pared, con la puerta entreabierta, los mira caminar de un lado a otro del cuarto mientras ella les habla. La parsimonia de los fantasmas deja un lúgubre olor salado en el ambiente, bajo la media luz se dibujan formas amorfas en la pared del fondo, afuera se escuchan los pasos agitados de algún transeúnte y los gemidos de un gato hambriento. El aire huele a muerte.

Los instrumentos están cuidadosamente acomodados en la mesilla, ella toma una pequeña brocha y baja de la camilla para retocar a uno, éste le da las gracias y le desea buena suerte en su entierro. Ramón ahoga un sollozo y da media vuelta, ya no le importa el teléfono, ni la cafetera que se caído y roto, ya la repondrán los nuevos dueños.

Corre hasta el auto y después de azotar la puerta, el silencio rompe el aire luctuoso.  Duele.  Aún puede oler su perfume favorito, inconfundible a pesar del olor de los muertos que inundaba todo, mira de reojo hacia el edificio y le dice adiós con un leve movimiento de cabeza. Ensimismado en sus pensamientos, se aleja por la avenida, es lo más sensato que puede hacer, se dice así mismo como consuelo, después de todo, mañana asistirá al entierro de su hija.


------------------------------------------------
Hasta aquí tienen a Ramón, pues este mes de abril el ejercicio de Adictos a la escritura era hacer un relato tomando como protagonista a un personaje especial que nos proponían:

-Ramón: un tanatopractor a punto de jubilarse.
-Isabel: una adolescente en su primer día de instituto.
-Gálivich: un troll que vive debajo de un puente.

¡Gracias por leer! :)