Valentín
Medio desmayado por los
azotes, Valentín estaba tirado boca abajo en el frío piso de la celda; su
cabello, largo hasta el hombro, estaba revuelto y enredado. Abrió los ojos
cuando sintió que las ratas se escondieron y escuchó a lo lejos unos pasos
suaves.
Estaba condenado a muerte.
Los motivos eran superfluos, y no importaban nada ahora; más relevancia tenia
haber pasado una vida entera creyendo y apostando por esos motivos, y perecer
sin más bajo la mano tirana de una sociedad aturdida por sus propios gritos.
Los pasos fueron seguidos
por unos chirridos graves y la puerta de su celda se abrió. Una figura liviana,
de aspecto suave como sus pasos, rubia como un querubín, se asomó depositando
en el suelo una bandeja de comida.
— ¡Espera! —musitó rogando que ella pudiera escucharlo
—No… no puedo… —titubeó ella con un pie ya fuera de la celda y una mano
en la tosca cerradura
— ¿No puedes… qué? —retó como última esperanza
—No puedo hablar
contigo.
— ¿Por qué?
—Porque eres el
prisionero de mi padre, estás condenado a muerte por unos crímenes crueles que
cometiste, y yo no puedo ni quiero liberarte, esa es mi razón, si tu razón para
hablarme era recuperar tu libertad... entonces, todo está perdido.
— ¿Por qué hablas de
mí, como si me conocieras?
—Todos los presos
quieren que los libere.
—Yo no, déjame
presentarme, mi nombre es Valentín. Ya estoy resignado a morir, pero sería
mejor morir sabiendo que alguien me extrañará. Como estoy ahora, nadie se
acordará de mí.
— ¿Cómo podría
extrañarte si no te conozco? Mi padre es un verdugo, eres para mí lo que sería
una res para la hija de un carnicero.
—Tienes mucha razón,
pero te pido, te ruego y te imploro, que te quedes un breve momento a conversar
conmigo, cuando vengas…
—No puedo.
Ella salió de la celda
rápidamente, cerró con fuerza la reja y puso el candado, mientras él la miraba
suplicando misericordia. Al día siguiente, Valentín le insistió de nuevo,
pidiéndole por su amistad.
Después de un par de días
más, Primitiva, aceptó conversar con él; hablaban de cosas sencillas,
Valentín le mostraba su opinión del mundo, y ella le explicaba
como preparaba el menú del día.
Hicieron crecer una amistad
en medio de la sentencia de muerte que rondaba a Valentín; y el día en que
debía cumplirse, Primitiva rogó a su padre que perdonará a su nuevo amigo, pero
el verdugo no hizo caso a sus súplicas pues no era su ley la que obedecía sino
la de los superiores dirigentes de la ciudad.
Primitiva se quedó encerrada
en su casa y luchó todo lo que pudo por salir a liberar a Valentín, pero no lo
logró. Murió aquel hombre, y alguien se quedó en el mundo extrañándolo y
llorando por él.
Después, miles de personas
festejaron y enviaron cartas de amor el día de su muerte: 14 de febrero.
Todos inspirados, aunque no lo sabían, por un trocito de papel que
Valentín dejó en su celda para Primitiva, era una despedida y la firmo con un:
“Con amor. Tu Valentín.”
hermosa historia,,,
ResponderEliminarme dejo la piel de gallina....
que hermoso... me encanto..
besos